viernes, 15 de abril de 2011

EL CUENTO DE NAVIDAD

EL CUENTO DE NAVIDAD
¿Y cómo dices que nos llaman, papá?
por ANTONIO LUCAS

Míralos. Asustan. Ahí vienen, con su prisa de consumo. Tú no te muevas. Tú como siempre. Ya sé que es ridículo. Cada año la misma historia. Qué raros son. Si se vieran desde aquí, desde donde estamos nosotros. Si pudieran situarse por un rato detrás del cristal... Qué seres tan extraños, no me acostumbro.... Qué modo más extravagante de satisfacer no sé qué deseos. Es un espectáculo soberbio...
¿Cómo llaman a esto, papá? Bueno, le dicen Navidad y consiste en celebrar algo en lo que muchos de los que ahora ves ahí delante, en sentido estricto, no creen. ¿Y por qué lo hacen si no se lo creen? Forma parte del juego, imagino. No hacer creer que no lo crees. Si los escucharas cuando pasan estas fechas te darías cuenta. Están hartos de ella, pero no saben decir no. En verdad todos están deseando desaparecer de estos días, no seguir alimentando la costumbre. ¿Y por qué no lo hacen, papá? Imagino que sus reglas están hechas de ese modo e intentar escapar a ellas los convierte en algo incómodo para los demás. Pero en cualquier caso, no te pierdas los detalles, hijo. Tú míralos. ¿Por qué nos miran ellos a nosotros tanto, papá? Nosotros tenemos algo que ellos quieren, pequeño. ¿Y qué es? Pueden ser los zapatos, puede ser tu chaqueta, podrían ser mis pantalones, incluso alguno habrá que lo que más desee sea el silencio en el que creen que estamos... Tonterías, ya ves. ¿Y por qué lo quieren todos a la vez? Forma parte de su cultura.

¿Qué más tiene la Navidad, papi? En sentido estricto, poco más. Aunque luego están los ritos de los hombres: la religión, la espiritualidad, la superstición, cada uno lo llama de un modo. ¿Y todo eso para qué sirve, papá? Digamos que son normas de conducta. Ya tendrás tiempo de aprenderlo. En algunos casos son cosas que no se ven, y sólo sirven para uno mismo. ¿Como los zapatos, como los pantalones? Más o menos, sí. Más o menos. ¿Y qué hacen con todas las cosas que llevan? Se las dan a otras personas. Regalar consiste en dar al otro algo que quieres que tenga. Es un gesto de cariño. ¿Pero eso está bien, no papá? Claro que está bien. ¿Y entonces por qué no te gusta la Navidad? Porque esto que tú y yo estamos viendo ahora, hijo mío, no es nada más que un juego, ya te lo he dicho. Una necesidad de cumplir con una costumbre. Es la cuota que tranquiliza sus conciencias. Quiero decir: que ellos creen sentirse así mejores por unos días, sin saber del todo qué quiere decir esto más allá de que lo han visto hacer desde que eran como tú, así de pequeños.

¿Sabes, papá? A mí sí me gusta la Navidad. ¿Ah, sí? Sí, porque ahora estamos juntos muchos días. Nos dejan aquí a los dos y no nos mueven. Porque a mí me gusta estar contigo y que me cuentes todas las cosas que sabes, papi... Ya, ya te entiendo, y es verdad que el estar juntos se lo debemos a ellos, a su Navidad. Aunque no olvides que debajo de todo esto no hay más que ruido, luces, una falsa escenografía que obliga a aceptar su mecánica al que la acepta y al que no. Y eso no dice mucho en favor de ellos. Tú no les pierdas de vista... ¿Por qué hablas así, papá? Ya sé que hay cosas que aún no entiendes, pero las irás aprendiendo. Sólo tienes que observar. Te darás cuenta de que existe algo que se llama cinismo e impulsa su mundo, ése mismo que tenemos ahí afuera, justo detrás del cristal. Un día comprenderás que todo esto que ahora ves no es del todo voluntad de ellos, sino una inercia impuesta. Todo sinsentido es fruto de una contradicción. Y la Navidad no se escapa. Si hasta son capaces de justificar la guerra como instrumento de paz...

Papá, es que ya no te entiendo... ¡Mira, papi, qué graciosos son! ¡Cómo nos miran ahora! A mí me divierte que estén ahí, con los ojos tan abiertos, como los peces de colores de la tercera planta, ¿te acuerdas, papá? Qué risa... ¿Y cómo dices que nos llaman? Maniquíes, hijo. Nos dicen ma-ni-quí-es. Y a su frío, Navidad.


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