domingo, 22 de abril de 2012

EL HOMBRE QUE HA PLANTADO 100 MILLONES DE ARBOLES


En 2006, el presidente de Mozambique, Armando Emilio Guebuza, se acercó a conocer a Pedro Muagura. Fue hasta su humilde casa y le hizo una pregunta: ¿por qué plantas árboles? Él pensó durante unos segundos y le contestó: "La mamá cuando va a dar a luz necesita una sombra con la que resguardarse del sol, el recién nacido una cuna de madera en la que descansar y en el final, en la muerte, un ataúd será nuestro último cobijo. Los árboles son la vida".
La respuesta que escuchó el mandatario no es de alguien más, es de un hombre que ha plantado casi cien millones de árboles en 12 países distintos del planeta. Su historia es tan inverosímil como para parecer una película. ¿Qué decir de un hombre que adiestró gatos para acabar con las cobras que segaban vidas en un pueblo del norte de su país?
Muagura es un mozambiqueño de origen muy humilde. "Aprendí a amar los árboles porque mi padre no tenía dinero ni para darnos pan. Todo lo que comía me lo daban las plantas", explica. Luego, su pasión se tornó con mucho empeño en estudio universitario y de ahí comenzó su pequeña leyenda. "En el final de mi tesis universitaria me fui al monte Kilimanjaro, en Tanzania. Entonces resolví un grave problema de inadaptación de cultivos en sus laderas". La solución le hizo tan famoso, que el entonces presidente de Tanzania le pidió que se quedara trabajando en el país.
Pero el plantador de árboles decidió viajar por el mundo con una sola norma que se impone allí donde va. "En la primera hora que llego a un país tengo que plantar un árbol". En el aeropuerto de Helsinki le permitieron hacerlo en la propia terminal, pero cuando lo intentó en Londres se llevó la hasta ahora única negativa. "Eran gente rara. Aterricé y le di los buenos días a tres personas. Dos no me contestaron y otra me preguntó qué quería. Nada, sólo darle los buenos días, le contesté. Luego hablé con alguien del recinto y le pregunté dónde podía plantar un árbol. Me dijo que en ningún sitio, así que decidí sentarme, no hablar con nadie e irme".
Eran tiempos aquellos en los que Muagura recorría becado el norte de Europa y se quedaba extrañado al ver que en Finlandia crecía la vegetación del hielo: "No lo podía entender". Sufría en Rusia ataques xenófobos: "Comí en un restaurante donde rompieron los platos en los que yo había comido por ser negro. Planté unos cuantos árboles allí y también me marché".
Su vida tiene tintes humorísticos, como cuando en Suecia fue a comprar bananas. "Yo como en Mozambique decenas de plátanos al día. En Suecia fui a una frutería y vi que troceaban las bananas en pequeñas porciones. Me extrañó, pero quería comer de nuevo mi fruta favorita. Pedí sólo una y cuando me dijeron el precio no me lo podía creer, con ese dinero compraba 100 en mi país. No pude pagarla". Por último, en el aeropuerto de Johannesburgo, en el hotel que hay frente a la terminal internacional, obligó a que regaran las mustias plantas o se negaba a comer. "Ya había pedido y a los empleados no les quedó más remedio que regar el jardín".

'Vi una tala ilegal desde el aire y lloré'

Sirvan estos ejemplos para escenificar la vida de una amante de la naturaleza. En la actualidad, trabaja en el Parque Nacional de Gorongosa, en Mozambique, repoblando un país en el que la deforestación por la venta de madera es importante. "En una ocasión me subieron a un helicóptero sin avisarme de lo que iba a ver. Desde el aire contemplé un área grande donde hacían tala ilegal y un incendio. Comencé a llorar». Muagura trabaja con las comunidades más humildes, enseñándoles a respetar el entorno. "Muchos de los que antes eran mis enemigos son ahora colaboradores que me ayudan en los viveros. En nada llegaré a la cifra de haber plantado en mi vida cien millones de árboles, llevo ya 97 millones".
Además, él fue el artífice de acabar con un problema de picaduras de cobra en Guro, un poblado de Mozambique. "Me llamaron y contaron quemorían por sus picaduras cuatro personas cada seis meses. Pensé y decidí comprar 45 gatos y adiestrarlos". Los encerró durante un tiempo y les fue dejando sin comida y acostumbrándolos en sucesivas pruebas a comer primero cobra a la brasa y luego viva. Los que no pasaban los exámenes los iba soltando. Al final quedó un ejército de 30 gatos que han provocado que sólo muera por picadura de cobra una persona cada dos años.
Por último, Muagura, el plantador de árboles al que la BBC hará en breve un reportaje, deja dos sentencias. ¿Quieres más a las plantas o a los hombres? "Quiero más a las plantas. Nosotros, los humanos, estamos destruyendo la naturaleza por no respetarla". ¿En qué lugar del mundo plantarías un árbol si te dejaran elegir un único sitio? "En el lugar donde yo nací".

miércoles, 11 de abril de 2012

LA TIERRA NO ES DE NADIE

Decenas de trabajadores y trabajadoras han ocupado la finca Somonte en Palma del Río para trabajarla y autogesionarla


Esta "Semana Santa" ha sido especial. El pasado jueves, un nutrido grupo de compañeras y compañeros de la Asamblea de Carabanchel partió en dirección a Marinaleda para conocer de cerca la utopía que con sangre, sudor y lágrimas ha conseguido un pueblo unido tras más de tres décadas de lucha. Con su alcalde sin sueldo Juan Manuel Sánchez Gordillo a la cabeza, este municipio de cerca de 3.000 habitantes ha conseguido bordear el sistema para crear un mundo con el que muchos soñamos. Pero hoy no voy a hablar de Marinaleda. Creo que es mucho más urgente informar acerca de la situación que están viviendo los jornaleros y jornaleras que han tomado la Finca Somonte en Palma del Río, Córdoba.

Lola, una de las obreras del campo que habita en la finca desde que la ocuparan el 4 de marzo, estuvo el sábado en el programa Línea Directa de la televisión municipal de Marinaleda. Allí, explicó la lucha que están llevando a cabo y desde la Asamblea de Carabanchel decidimos que el mejor apoyo que podríamos ofrecerles era visitar la finca antes de partir de vuelta a Madrid. Y así lo hicimos.

María del Mar, una de las trabajadoras de Somonte
Tras deambular por la zona, encontramos el camino de acceso a la finca, que aunque todavía pertenece a la Junta de Andalucía, se quiere privatizar, de ahí que haya salido tres veces a subasta en las últimas semanas -cuantas más veces sale a subasta, más se abarata el precio. De ahí que los especuladores estén tensando tanto la cuerda antes de pujar-. Allí, las familias que habitan en el cortijo, construido sospechosamente por la Junta, nos recibieron con los brazos abiertos. Varios jornaleros y jornaleras, encabezados por María del Mar y Javier, nos explicaron la lucha de Somonte.

El domingo 4 de marzo, unos 500 miembros del Sindicato de Obreros del Campo – Sindicato Andaluz de Trabajadores (SOC-SAT) ocuparon la finca, puesto que el día 5 salía a subasta. Su principal queja es que habiendo tierra para trabajar, la Junta de Andalucía las vende sin pensar en las más de 1.700 personas paradas en Palma del Río y más de 4.000 si se suman todas las de los pueblos de alrededor. El objetivo del SOC-SAT es que esta inmensa finca de cerca de 400 hectáreas pase a manos de cooperativas formadas por jornaleros y jornaleras en paro en vez de a manos de banqueros y terratenientes.


A partir de ese día, unas 30 personas de Posadas, Palma del Río y otros pueblos vecinos se quedaron en el lugar y empezaron a trabajar la tierra. Y no piensan salir de ahí. “Si me sacan, será con lo pies por delante”, asegura un viejo agricultor, que aunque tenía poco más de 55 años, parece tener muchos más. La dureza del campo se reflejaba en su rostro. Sus palabras cortaban el aire: “¿Qué puedo hacer yo a mi edad? Las tierras están paradas, controladas por las manos de los terratenientes. Las usan para probar con biocombustibles, que es lo único que les importa. Pero la tierra es nuestra, de los trabajadores”. Con los ojos humedecidos y la voz entrecortada, dijo que ellos no quieren subsidios ni limosnas: “Lo que queremos es trabajar”.

Javier, otro de los trabajadores de Somonte
Según explicaron, las cooperativas de Marinaleda van a apoyar a Somonte con la compra de los primeros productos que den las tierras ocupadas, así como en la presión que haya que hacer en la Junta de Andalucía o en Madrid.  Todos coinciden en que la autogestión de la tierra por los propios trabajadores y trabajadoras creará el máximo número de empleo y favorecerá al desarrollo de la economía local y comarcal.

La finca de Somonte se distribuye en 359 hectáreas de secano y 41 de regadío. En una primera etapa, la parte de regadío podría dar trabajo a unas 50 personas mediante el cultivo de espárragos, cebollas, pimientos y otras hortalizas. A medio plazo, aseguran que se podría crear mucho más empleo a través del cultivo social de todo el terreno, de agroindustrias y comercialización de los productos por medio de las inversiones necesarias.



El día a día en Somonte


En los primeros días, las familias que se mudaron al cortijo de la finca crearon distintas comisiones que se encargan de logística, trabajo en el campo, limpieza o propaganda de la situación. De hecho, como nos confirmaron, cada vez son más los visitantes que llegan a la finca para mostrar su apoyo a los agricultores. Pero la vida del campo es dura. La jornada comienza a las 5:30 horas, cuando se levanta el compañero encargado de preparar el desayuno. A las 7:00 está todo el mundo en pie y a las 8:00 de la mañana se lleva a los niños y niñas al colegio, mientras el resto se dedica a las tareas que le fueron asignadas en la asamblea de la noche anterior. A las 14:00 horas es la hora de la comida y tras una breve pausa vuelven al tajo hasta las 19:00 horas. Después, cena, asamblea general y un merecido descanso antes de volver a empezar.


Actualmente, ya tienen habilitada una huerta para el autonconsumo, así como el goteo para regarla, procedente de uno de los dos pozos que hay en la finca. También han construido un chozo artesanal para guardar las herramientas y han plantado las primeras encinas alrededor del cortijo, puesto que tanto por la quema de rastrojos como por la tala indiscriminada, apenas hay arbolea autóctona en todo el paraje. Asimismo, han levantado ya un gallinero y un corral, pues les han regalado un gallo y una docena de gallinas, además de una cabra.

La vida discurre con alegría en Somonte. Los trabajadores y trabajadoras que hasta ahora estaban parados ya tienen trabajo. Han pintado el cortijo y lo han acondicionado para que resulte más confortable. Pero ante todo, tienen claro que seguirán luchando, cueste lo que cueste. “La lucha revolucionaria es la única opción de la clase trabajadora para conducirnos a la liberación”, explican. “Queremos una lucha revolucionaria por la tierra, para el pueblo y por el pueblo, porque la tierra es para quien la trabaje”.

Mensajes de apoyo en el cortijo de la finca
Por tanto, piden ayuda para que su voz llegue a todos sitios. El apoyo de todos y todas servirá para que su justo sueño siga adelante. La Asamblea de Carabanchel decidió dejar todo el bote que llevaba y también algo de comida que llevábamos para el viaje. Pero cualquier ayuda es poca. Sobre todo hacen falta parados y paradas con ganas de levantar su vida. Hacen falta manos. Por ello, creo que todas las personas en desempleo deberían apoyarles y seguir su ejemplo.  Porque la tierra, como el agua o el viento, no pertenecen a nadie. Son derechos de los pueblos que la habitan y la trabajan. ¡Somonte resiste!
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http://davidvalpalao.blogspot.com.es/2012/04/somonte-resiste-la-tierra-para-quien-la.html